Sus obras más emblemáticas son las de desnudos femeninos, que tienen un aire amargo y desagradable, con figuras lánguidas y blanquecinas (Odaliscas, 1907). Ejecutó entre 1903 y 1904 diversos cuadros de prostitutas desnudas donde se recrea en la depravación de su oficio, reflejando de forma horrenda la materialidad de la carne, despojada de cualquier componente ideal o moral, con un sentido de denuncia de la decadencia de la sociedad procedente de su ideario neocatólico, en un estilo expresionista de trazos rápidos y líneas básicas.