En los Países Bajos, El Bosco supuso una cierta continuidad de las formas góticas, aunque tratadas con mayor naturalismo y con una fantasía desbordante que haría de su obra un portento de creatividad e imaginación. En El jardín de las delicias (1480-1490), El juicio final (1482), la Mesa de los pecados capitales (1485) y El carro de heno (1500-1502), prolifera la forma desnuda, humana o infrahumana (demonios, sátiros, animales mitológicos, monstruos y criaturas de corte fantástico), en un paroxismo de lujuria que trasciende cualquier significado iconográfico y obedece únicamente a la febril imaginación del artista.