Así, por ejemplo, Julio Romero de Torres debió buena parte de su fama a sus desnudos, de factura académica, pero con cierta influencia leonardesca -en sus inicios estuvo tentado por el puntillismo, como en Vividoras del amor (1906), pero lo abandonó enseguida-, teñidos de un sentimiento dramático y sensualista propios de su origen cordobés, como se percibe en La Musa gitana (1908), El retablo del amor (1910), El pecado (1913), Venus de la poesía (1913), La gracia (1915), Rivalidad (1925-1926), Ofrenda al arte del toreo (1929), Cante hondo (1929), La nieta de Trini (1929), etc.